lunes, 19 de mayo de 2008

EL SISTEMA TURÍSTICO

EL SISTEMA TURÍSTICO:

El sistema turístico que presentamos es un modelo conceptual de proceso formado por un conjunto de elementos ordenados según sus funciones y, hasta cierto punto, localización espacial, que se enlazan racionalmente entre sí por medio de los principios o reglas del mercado (oferta, demanda y regulación), manteniendo a su vez relaciones de intercambio con otros sistemas de diferente rango. En cualquier caso ningún elemento del sistema se encuentra ni aislado con respecto al resto ni desconectado del exterior. Es precisamente esta característica de interdependencia constante la que da al sistema turístico un alto grado de apertura, flexibilidad y dinamismo, y, con ello, se constituye como readaptable a las distintas condiciones del entorno (físico, sociocultural y económico), dando cabida a nuevos problemas. Como todo sistema conceptual emana, a través del análisis, de un sistema real y es paralelo, aunque no correspondiente punto a punto, a él; es decir, el sistema no reproduce fotográficamente la realidad del turismo (prácticamente indefinida en su extensión, variedad y complejidad), sino que se ajusta metodológica y simbólicamente para permitirnos la concreción en el análisis y la comparación de los múltiples estudios de caso, con lo que su importancia radica no tanto en mostrarnos elementos o reducciones a una serie de elementos sino en servir de herramienta a la investigación y marcar las diferentes interconexiones posibles entre las variables implicadas.

LOS ELEMENTOS DEL SISTEMA

Desde la perspectiva expuesta, y basándonos en el esquema propuesto por Mathieson y Wall (1986) y Lea (1988:16), en el sistema turístico podemos distinguir tres grandes elementos ( que funcionarán, hasta cierto punto, como subsistemas, estos son los denominados dinámico, estático y consecuencial.

(A) El elemento dinámico, implicando viaje o desplazamiento, incluye a los componentes de las sociedades generadoras de turistas, los individuos-turistas potenciales y su proceso de conversión a unas formas determinadas de turismo. La >demanda=, que constituye la variable principal del elemento dinámico, es el número de personas que viajan o desean viajar (Mathieson y Wall, 1990:28) y son éstas y sus usos de los servicios e instalaciones creadas para la recreación los que hacen de combustible al motor del propio sistema. La demanda, efectiva o supresiva (aquellos que desean incorporarse al tren turístico pero no pueden debido restricciones económicas o temporales), está determinada por la facilidad de acceso a los transportes (haciendo accesibles destinos lejanos), el aumento de los ingresos (generando mayores posibilidades de consumo), elevación del nivel educativo (desarrollando la curiosidad por conocer nuevas gentes y lugares y experimentar situaciones no cotidianas) y el deseo de cambiar de la vida cotidiana (rompiendo con el rol adscrito a cada cual en su medio). En cualquier caso, sólo podrá existir la existencia de demanda en una sociedad cuando ésta haya superado, con carácter general, el nivel de renta necesario para satisfacer sus necesidades básicas, de manera que se haga posible la detracción de una parte de los ingresos para consumir ocio turístico. Así pues, una distribución no equitativa de la renta (como lo sucedido en muchos países en desarrollo), es decir, la concentración de riqueza en unos estratos sociales muy determinados, imposibilitará la generación extendida de demanda efectiva, restringiéndola a unos pocos individuos al estilo de la >prehistoria= del turismo.

En principio, todo parece indicar que los diferentes agentes y procesos de cambio, costumbres y modas de las sociedades generadoras, influyen en la creación de un determinado tipo y forma >idealizada= de destino deseado y solicitado por la demanda. Sin embargo, no se suele tener en consideración la inducción realizada sobre aquellos viajeros potenciales por el propio sistema y sus agentes, que, previendo tales modas y procesos de cambio, diseñan y ofertan un destino, una imagen concreta, que no sólo sirve como producto comercial en venta sino que, a su vez, refuerza la producción de estilos de vida determinados y, con ellos, la continuidad del sistema social. Es decir, el sistema turístico es consecuente con el tiempo histórico en el que se desarrolla pero, en la actualidad, paralelamente constituye una de las variables principales que dan forma a las sociedades (tanto en su versión de generadora como anfitriona de turistas) y los estilos de vida de sus gentes.

Valgan como ejemplo la explosión del turismo de masas en los años cincuenta y del >turismo verde= en Occidente en la década de los ochenta, en ambos casos el sistema turístico se acomoda y refuerza situaciones económico-sociales muy concretas y, hasta cierto punto, contrapuestas. De una parte, en un momento de auge económico y de refuerzo de la identidad europea y norteamericana, la popularización del viaje, de los ocios con mucho Sol, arena y diversión, profetizan un mundo unido en la democracia y el consumo, en el que todas sus gentes podrán acercarse temporalmente al estilo de vida de las élites sociales, compartiendo destinos, disfrutando >de los mismos placeres= de aquellas y sentir el placer de >estar allí= con un afán notorio de distinción, dejando atrás el ritmo de la cadena de montaje y la industrialización. De otra, en un tiempo histórico marcado por las crisis económica, medioambiental e ideológica, la huida de las muchedumbres y el contacto con la naturaleza, la tradición y el pasado perdido, que refuerza la idea existencial de la individualidad y la conciencia de unos >otros= (llámense campesinos o aborígenes) a los que se le supone al borde de la desaparición, y la concienciación de un medio natural que >hay que conservar a toda costa=, de lo >verde=, el >reciclaje= y el >desarrollo sostenible= de esos >otros=.

El sistema turístico asume el papel de válvula de escape, de ruptura prometida con los ritmos cotidianos, reconciliando a sus usuarios con las necesidades y/u obligaciones de su sociedad de origen, justificando en parte el diseño productivo, político e ideológico de la misma. De esta forma es capaz de generar múltiples tipos o formas de turismo (ver capítulo II) que se adapten a los deseos y posibilidades tanto, y como es obvio, de la demanda efectiva, como de la supresiva (abaratamiento del viaje con transportes no actualizados técnicamente, reutilización de destinos secundarios -estancados o en recesión- o desplazamientos de fin de semana), lo cual, en parte, es posible gracias a los rápidos reajustes que puede realizar la estructura empresarial (la >industria turística=).

Generalmente los antropólogos han omitido este elemento en sus análisis, haciendo exclusivamente pequeñas referencias a las tipologías de turistas y/o tipos de turismo. Esto resulta, cuanto menos, paradójico, ya que es a partir de los turistas potenciales y la cultura o subcultura de sus sociedades, con sus expectativas, niveles socioeconómicos y necesidades de esparcimiento, cuando se generan y regeneran las imágenes y estereotipos que se superpondrán a las poblaciones de las áreas de destino, que sí han constituido la base fundamental de tales estudios desde la antropología.

(B) El elemento estático, en tanto que lo referimos a la actividad y rapidez del primero, tiene por componentes el destino como entorno global, la estructura empresarial de acogida y los propios turistas y sus actividades. Es en éste, vinculándolo al elemento consecuencial, en el que se encuentran estrechamente ligados varios ítems ampliamente estudiados por la antropología en otros contextos, tales como el efecto demostración, el choque de culturas y la aculturación, los niveles de desarrollo, simbología de los espacios, etc. confluyendo con otros que representan un nuevo reto, como son las estructuras empresariales, el consumo del espacio, los niveles de satisfacción, el cruce de estereotipos, etc. a los que le han prestado más atención, desde sus perspectivas disciplinares, sociólogos, psicólogos, geógrafos y economistas, parcelando en extremo el objeto de estudio. La preferencia antropológica por el elemento estático parece dada porque es en él en el que se ponen de manifiesto, a través de los encuentros turista/población local/empresa, las consecuencias efectivas sobre los anfitriones, pero también por estar estrechamente vinculado a áreas geográficas y poblaciones que pueden ser delimitadas y, con ello, analizadas con los útiles y técnicas comunes a nuestra disciplina.

En la práctica, el núcleo receptor o destinose inicia, muy diferenciado en el turismo, pero conforme va consolidando su recepción, va alterando sus estructuras generales (Fdez. Fuster, 1985:63) al adaptarse a una población transitoria, inestable y estacional, externamente basada y acompañada de expectativas en torno al ocio y la vacación. Este es el entorno donde, una vez captados, los turistas se ven sometidos a la estructura empresarial, convirtiéndose definitivamente en >materia prima= de la >industria=, factor catalizador de todo el sistema, ya que a través de ella, de los productos y estereotipos que ofrece o intermedia, se producen los encuentros de visitantes y locales-residentes. Para su buen funcionamiento, la estructura empresarial, con acciones previas y/o paralelas en el elemento dinámico (promoción de destinos y captación de clientes), debe contar con la tenencia en el destino no sólo de medios técnicos, humanos y económicos sino también con el apoyo institucional, haciendo patente la imbricación de las economías y políticas nacionales (que deben realizar fuertes inversiones en la adecuación de infraestructuras básicas) en el sistema turístico.

Pero además, la empresa turística es la, supuestamente, más interesada en que se determinen los diferentes niveles de carga y tolerancia del entorno promocionado, para mantener y controlar que se cumpla la satisfacción de los consumidores directos de sus servicios. Para ello es necesario un conocimiento exhaustivo, además de las características socioeconómicas, culturales y de expectativas de los visitantes, de la población residente en el área, incluyendo variables como estructura demográfica y social, organizaciones formales e informales, modos de vida, etc. pudiendo de esta forma, de una parte, evitar rechazos y antagonismos o la creación de grupos anti-turismo y, de otra, ofrecer a los residentes fórmulas para un desarrollo integral, que no olvide sus aspectos identitarios.

Sin embargo, y con escasez de tales análisis, la realidad nos muestra como la relación que en los destinos se produce es inversamente proporcional a lo acontecido en la generación de turistas. Es decir, mientras que en aquella la mayor riqueza y equidad en la distribución de la renta facilitaba la demanda, la conversión de un área en receptora de turistas viene facilitada por su pobreza y tales instituciones pasan, en la mayor parte de los casos, a ser dependientes del sistema, careciendo o minimizando su poder de decisión respecto al mismo.

El turista, unido a un destino por sus características socioeconómicas (edad, sexo, nivel de ingresos, motivaciones, disponibilidad de tiempo y dinero, percepción de recursos y tipo de comportamiento), marcará la pauta del elemento estático, en tanto que por su número, frecuencia de las visitas y nivel de uso de las distintas atracciones, ejercerá una menor o mayor presión sobre el recurso mismo y sobre la población anfitriona.

(C) El elemento consecuencial, impacto resultante de los anteriores, incluye tanto a los efectos primarios, ocasionados con el desarrollo inicial del turismo en un destino, como los rutinarios, que suceden lentamente en comparación con los anteriores pero de manera mucho más firme; además de los distintos controles y correcciones efectuados, en su mayoría, institucionalmente. Los efectos del turismo, desde el punto de vista del sistema, no son una consecuencia directa de una causa específica (las variaciones en cualquier elemento del sistema puede influir a otro u otros de manera indirecta) y han de ser analizados como algo más que los resultados de un hecho turístico. Los impactos, los cambios netos en la sociedad anfitriona, serán pues generados por procesos o secuencias de hechos ocurridos en el desarrollo turístico (la concentración de turistas y la proliferación de bienes y servicios asociados a la misma), emergiendo en forma de alteraciones del comportamiento humano y su entorno físico habitual. Tales alteraciones consideramos que provienen de las interacciones entre los agentes del cambio (turistas y planificadores del turismo) y los subsistemas sobre los que ellos actúan, que han de complementar las necesidades corrientes con la satisfacción de los deseos de ocio (Jafari, 1987:6) de esos >otros= llegados de fuera.

En términos generales, y aunque es necesario reconocer que a efectos de análisis ni todas las variables del sistema mantienen el mismo grado de influencia, ni todas pueden cuantificarse con la misma facilidad, el sistema facilita el examen explícito de: los elementos que lo componen (turismo, turista, locales, etc.); el grupo de variables y sus interrelaciones, así como la forma en que ellas influyen en la naturaleza, dirección y magnitud de los impactos del turismo; qué elementos permanecen e interactúan con los demás; qué impactos operan continuamente, aunque cambien con el tiempo y con las variaciones estructurales de la misma actividad turística; qué intercambios resultan de un complejo proceso de relación entre turistas, comunidades anfitrionas y el entorno del destino; una valoración que abarca todas las fases de experiencia del viaje, incluyendo los preparativos iniciales, el viaje a y desde el destino, la estancia y el post-viaje; además de qué impactos resultan del proceso de cambio y las distintas vías de control del desarrollo turístico. Sin embargo, tal conjunto de elementos han de ser conjugados con dos nuevas variables relacionales, generalmente no contempladas, que son las culturas o subculturas implicadas y la imagen del destino.

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